Lo que aprendí de los hongos alucinógenos
Sobre la psicodelia y aprender a sostener lo pequeño en tiempos de crecimiento desmesurado.
Toda mi vida he estado dispuesta a probar cosas nuevas. De hecho, alguna vez escribí que mi capacidad de asombro se suicida en la repetición de algo… o alguien. Por eso, me gustan mucho las primeras veces. Las primeras miradas del flirteo, los primeros besos, ver un apartamento vacío e imaginarme ahí, las primeras páginas de un libro, ponerme una prenda nueva, llegar a una ciudad o a un restaurante que no conocía.
Para quienes rozamos el trastorno por déficit de atención las primeras veces son adictivas. Queremos más, queremos lo diferente; lo único, lo nunca visto o sentido porque lo que ya tenemos o ya hacemos, aburre; pero no porque sea poco interesante sino porque exige quietud y mantenerse en algo o con alguien, empieza a tallar y a generar pensamientos afilados y esa voz que dice:
“Aquí no pasa nada. No lo estás haciendo bien, te estás estancando”.
En mi década de los 20’s me dediqué a la novedad y probé muchas cosas como viajar sola, besar a una mujer, ser abogada, ser vegetariana, polígama, dejar de ser abogada, blogger de viajes, vivir en Tailandia, tomar ansiolíticos y antidepresivos también, tomar LSD, DMT, marihuana, absenta y hasta opio. También probé ser abstemia, hacer puenting, aprender francés, escalar, trotar, leerme un libro en un día, ser guionista, trabajar en un McDonald’s de Londres y hasta creo que cometí algún acto de “delincuencia” juvenil.
Pero una cosa que nunca quise hacer fue probar los hongos alucinógenos (setas en España) porque pensaba que me podía “quedar en el viaje” como decían, le había pasado a tantos conocidos de conocidos.
Lo cierto es que en los últimos cinco años me he cultivado una relación distinta con mi propia mente en la que ya no idealizo tanto la novedad, ni rechazo tanto lo rutinario pero sobre todo, he cultivado comprometidamente mi bienestar emocional, físico y mental . Por eso, ya no siento que mi mente sea un lugar tan salvaje y que necesite bombardeos de estímulos externos para estar bien. Porque en todo caso, esos estímulos eran gran parte del “problema”.
Hace unas semanas me estaba duchando después de terminar de ver Cómo cambiar tu mente de Michel Polland y recuerdo la voz que me vino de algún lugar del cuerpo mientras me caía el agua encima “estoy lista para la psilocibina”. Y como siempre pasa cuando abres la mente y el cuerpo, las sincronías se presentan, esa noche, S una gran amiga que está atravesando un proceso de transformación y sanación física (y emocional) admirable, me dijo:
“Quiero empezar a facilitar espacios de sanación con psilocibina y quiero empezar con mis amigas”.
Nunca dije un Sí más inmediato y convencido ante la propuesta de una primera vez.
Como todos los viajes, gran parte de tener una experiencia agradable depende de quién te acompaña. Por eso, y por experiencias similares previas con enteogénos o psicodélicos (unas mejores que otras aunque no han sido tantas) creo que es fundamental mantener el círculo de personas pequeño y de mucha confianza. También, creo que es fundamental, ritualizar este tipo de experiencias con una facilitadora o facilitador que no consuman sino que se dediquen a sostener el espacio, a cuidar a las participantes y sobre todo, que sepan de dónde provienen los enteogénos, quién los preparó o cultivó sino lo han hecho ellos mismos y que conozcan lo que están haciendo desde un profundo respeto y reverencia a ello.
Ese fue mi caso♡.
Tal y como uno de nuestros facilitadores nos había contado al inicio. Hubo una parte del viaje donde dejé de alucinar y ver chorros azul neón recorriéndome el cuerpo, y empecé a sentir a varias personas que han hecho parte de mi vida. Una a una me fui acercando a ellas y podía ver desde afuera, como en escenas de una película, su presencia en distintos momentos de mi vida. De alguna manera, entendía su misión o lo que habían venido a dejarme y las dejaba ir …
hasta que vi a mi mamá y me empezaron a llegar los mensajes.
Entonces ahí me dio un vuelvo el corazón.
Y empecé a verla, a verla por completo,
a ver su historia,
a admirarla hasta el llanto,
a amarla con una gratitud que se me salía por los poros y se expandía
por toda la habitación,
y esto fue cierto porque más tarde, al interactuar con las demás nos confesamos que TODAS habíamos conectado con nuestras madres. UUUFFF.
“¿Para qué quieres más?” me dijo mi otra voz.
“¿Por qué nunca pareces tener suficiente de ti misma?
¿Por qué crees que necesitas ser más, hacer más o tener más?
Mira a tu madre,
le basta con mantener el equilibro de casa,
de la familia.
Cada día, con un amor sin fin,
lo mantiene todo con el cuidado alegre de quien agradece cada día y
tiene fe en lo bello.
Aprende a mantener lo que ya has logrado.
Como tu madre,
aprende a sostener.
Eso también es crecer.”
Una semana después me fui a la selva del Chocó en Colombia a facilitar los Retiros de yoga & creatividad consciente que hago allí cada año. Y sentí como nunca en mi vida, eso de lo que tantas veces había escuchado hablar en los entornos creativos y terapéuticos, y que solo me llegaba como concepto abstracto: reconciliarme con mi femenino (aquí te cuento más). Y estoy segura que lo que recibí en esa selva tuvo que ver con una puerta que los honguitos abrieron en mí.
Algo que seguiré integrando porque de eso se trata ¿no?.
Integrar lo que vamos siendo y sostenernos en el proceso, así como sostiene el amor materno. En lugar de comprar la idea de que necesitamos ser más, hacer más, tener más porque de lo contrario estamos estancadas o fracasando.
💥INSPIRACCIÓN:
Para terminar te dejo 2 invitaciones
Los próximos 1 y 2 de octubre 2022 estaré facilitando junto a Sharon Borgström y Magu Villar el Seminario de Comunicación auténtica: Encuentra tu voz emprendedora.
2. Ya están abiertas las inscripciones para Yoga & Escritura Ciclo octubre 2022. Durante este ciclo nuestro tema será el Shadow work. Conoce de qué se trata aquí-
y 2 recomendados:
Este libro Company of one que me recomendaron hace poco y me está fascinando.
La peli francesa Retrato de una mujer en llamas,
Gracias por leer.
¡Feliz presente!
Siempre es hoy
♥Caro♥
Lo que aprendí de los hongos alucinógenos
Hola Caro, me da paz la naturalidad con la que cuentas tu experiencia con los honguitos y la belleza de revelación con ver desde otro punto de vista la cotidianidad de tu mamá. Yo tomé ayahuasca durante mi época universitaria y es algo que no suelo compartir abiertamente por los prejuicios alrededor de estas plantas de poder.