Complicar es más fácil que simplificar
Sobre renunciar a la necesidad de sentirnos especiales, atreverse a ser simple y Los diarios de Andy Warhol.
I. “Soy una persona profundamente superficial”
Esta frase de Andy Warhol estuvo escrita en la pared de mi habitación durante toda mi adolescencia. No estoy tan segura si a los 14 años comprendía realmente el significado de esa frase. Pero la mezcla de banalidad y trascendentalismo me siguen acompañando de cierta manera.
En el último mes me degusté lentamente la docuserie Los diarios de Andy Warhol en Netflix. Nunca he sido especialmente admiradora de su obra -aunque la he visto en distintos museos del mundo-, siempre me había parecido sobrevalorado. Incluso hubo un tiempo en que me caía mal porque en el documental de Yayoi Kusama (Kusama infinito), de quien sí soy admiradora, ella cuenta cómo muchas de sus ideas fueron “robadas y plagiadas” por Warhol y su círculo en la época que compartieron en NY (años 60).
Sin embargo, la serie me movió varios pensamientos que quisiera compartir en esta entrega.
El detalle de la voz en off.
¡Qué belleza! La voz de Warhol recreada con una simulación de IA que durante cada episodio va leyendo fragmentos de su diario. Lejos de ser un truco impostado o excesivo, es precioso, dulce, pausado y envolvente. Qué manera de inmortalizar el legado de alguien. No es fortuito que esa voz de IA abra el primer episodio con su frase famosa:“Las máquinas tienen menos problemas. Me gustaría ser una máquina. ¿A ti no?”
Escribir diarios.
Soy desde hace muchos años una activista de la escritura de diario y del journaling. Todo lo que tenga que ver con el poder creativo de la escritura íntima y autobiográfica es para mí.Hace poco comencé un ejercicio de correspondencia: escribir cartas a mano. Y le contaba a esa persona del otro lado que para mí “la verdad” se basa en aquello que soy capaz de escribir a mano en mis diarios.
Porque no hay tantos artificios.Porque en los diarios, si bien algunas cosas son absolutamente banales (en este caso Warhol registra detalles como cuánto gastaba en cenas, taxis o chismes de la élite de NY), hay otras que -en mi opinión- son el corazón de escribir (y leer) diarios:
Esa naturalidad con que las revelaciones ocurren de manera inesperada en cada página. Lo simple se vuelve interesante y las partes interesantes se vuelven simples.
*AQUÍ UN DATO COCTELERO: Andy Warhol llamaba todos los días a su secretaria y amiga Pat Hackett para dictarle su diario por teléfono y ella tomaba nota.
Si bien el arte de Andy Warhol no me conmueve, hay algo en su personalidad que sí. Y mucho.
Algo que -creo- fue su veneno y su medicina:
la reinvención.
Andy Warhol fue y es espejo de ese autorrechazo que, secreta o públicamente, albergamos todos los seres humanos en alguna habitación de nuestra consciencia.
En medio del dolor de no estar contentos con lo que somos y la aspiración de ser algo más, Warhol le dio a la gente de su época,el permiso para convertirse en otra versión de sí mismos.Más que sus serigrafías, retratos intervenidos y películas, su gran obra de arte fue Él mismo.
No se consideraba atractivo, ni bello. Engañó al mundo haciéndole creer era un artista superficial. Que sus únicas obsesiones eran el dinero, la fama y el glamour.Cuando en realidad creó un personaje de sí mismo -un lugar seguro, un arquetipo- con sus pelucas, su tímida homosexualidad y su frialdad. Fue una de las primeras personas en hacer de sí mismo un producto enlatado (nada distinto a lo que hacemos hoy) más allá de su obra plástica.
Y, sin embargo, siempre dudó de su poder creativo… de su valor.
II. Renunciar a la necesidad de sentirnos especiales
Estoy en mi clase de yoga de los lunes.
Estoy pre-menstrual y cansada. Fran, mi profe, nos lleva a una postura exigente, krounchasana, una postura de mucha flexibilidad en piernas y espalda. La he hecho antes y, sin embargo, este día no me sale al límite que sé que puedo. Él viene y me ajusta el cuerpo, me ayuda a llegar más lejos. Me duele (alerta), pero no digo nada. Sostengo la postura y la llevo más lejos.
El dolor se queda en mi cuerpo -como mensaje- por varios días más.
Una semana después, vuelvo a clase. Me siento más enérgica después de ciclar. Pienso “hoy haré una práctica impecable”.
Fran cambia la clase. Se enfoca en algo que se me da muy bien: posturas de equilibrio. A nivel físico me retan, pero no demasiado. Entonces, cae la ficha.
Después de la práctica, Fran nos dice:
El yoga no tiene que ser difícil. Cuando lo complicamos lo metemos en el territorio del ego. Lo simple, en cambio, se le escapa al ego. Por eso, lo simple es más refinado que lo complicado.
Volví a ser alumna de yoga porque después de 8 años de impartir clases había perdido inspiración y tenía mucho desgano. Pensaba que, tal vez, tenía que apostarle a una práctica más exigente, más performativa: posturas más avanzadas. Me sentía no solo desmotivada, sino mediocre como practicante y como profe.
Así que me pregunté:
¿Qué hay en el otro extremo de la sensación de mediocridad?
En el otro extremo está la necesidad de sentirnos especiales.
Y me di cuenta de los dos polos: O soy mediocre o soy excepcional.
Y ufff, ahí me pillé. No. Gracias. Ya he pasado por aquí.
Ya herí mi cuerpo, mis rodillas, mi autoestima. Ya me comparé, me invalidé y negué mis dones. Ya perdí una vez la gratitud y el asombro. Ya pasé por ahí. No gracias.
Y tú que me lees, podrías decir ¿y cuál es el problema de querer ser excepcional o especial?
Y yo respondería con otra pregunta. Una que rápidamente llega al núcleo de la sensación de bienestar y autenticidad de una persona:
¿En algún momento de tu infancia, o de tu vida en general, has tenido la impresión de que necesitas ser o hacer algo extraordinario para merecer un lugar en la tierra?
Y planteo algunas preguntas-hermanas:
¿Estás absolutamente plena acerca de tu situación actual en la vida?
¿O te has convertido en una maníaco-triunfadora que se da palo por su supuesta mediocridad?
¿O en algún capítulo de la vida te han apasionado esas relaciones melodramáticas en las que constantemente uno se pregunta “me ama o le amo” y cada dos semanas algo termina frenéticamente, para que regresen después y “no quisimos decir todas esas cosas que dijimos”, y en cuanto surge la posibilidad de una relación fácil sencillamente no te atrae?
¿O te niegas a creer que cualquier cosa que haces pueda ser suficiente y, entonces, etiquetas todo como "fracaso"?
¿O te formas en cuanto curso sale porque nunca terminas de estar del todo preparada para darle algo al mundo?
¿O haces algo que te apasiona mucho, pero en esta cultura digital que cultiva la fama a escalas minúsculas sientes la constante presión de ser original, y destacar y mostrarte?
¿O te presionas por encajar en un modelo económico en el que si creas algo y es pequeño o no le sacas provecho, crees que es porque, de algún modo, eres deficiente?
El próximo lunes 9 de octubre comenzamos nuevo ciclo de YOGA & ESCRITURA.
Va a estar simple y profundo:
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III. Atreverse a ser simple
Volver a ser principiante en yoga me ha recordado una lección divina: La importancia del foco. ¿Dónde pongo el foco?
El destino, el faro y el barco en yoga es la respiración. No importa si te caes mientras intentas lograr una asana. Cáete pero respira. No hay nada difícil que lograr.
Por eso me gustan las posturas de equilibro. Porque son un juego, el juego de la respiración. Yo no hago equilibrio en mis piernas. Soy una acróbata de la respiración. Y a veces me caigo.
Nuestras narrativas sociales carecen de imágenes inspiradoras sobre vidas ordinarias. Todo tiene que ser espectacular y heroico. El resto es mediocre, perdedor.
Quizá no a nivel consciente pero a nivel inconsciente, solemos asociar una vida tranquila como algo que sólo una persona sin ambiciones o sin opciones buscaría. ¿Porque no podemos ambicionar lo simple? o Ser ambiciosas y simples.
Puede ser necesario mucho trajín antes de que hagamos las paces con lo cotidiano y lo aceptemos por lo maravilloso que es; antes de que podamos amar profundamente un día en el que no tenemos "nada" que hacer más que levantarnos temprano y pelar una mandarina, lavar los platos de anoche, ducharnos, leer algún poema, ir al supermercado…
Creo que se necesita mucha fuerza para renunciar a ser especial. Y nos la deseo.
Se necesita bondad hacia uno mismo para interrumpir el anhelo de ser y tener más.
Quizá es necesario probar casi todo lo demás antes de darnos cuenta, al final, de que era lo simple lo que siempre quisimos.
Descansemos en este poema de Carver como invocación de lo simple:
Caro.
Ay Caro, ¿y tú te piensas mediocre cómo profe de yoga? Quizás te pase como a Warhol las veces que dudaba de su valor 😜. Los demás lo tenemos clarísimo 🤗
En días que me quedo inmóvil, en esas mismitas preguntas, que me atrapo, que veo todo en un loop, llegan reflexiones como estas a movilizarme. No sé a donde voy todavía, en realidad no quiero ir a ningún lugar, me recordaste que es lo simple a lo que aspiro, así que por mientras vuelvo a respirar. Gracias Caro.